Borges, su mentor y sus genios

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  Borges, su mentor y sus genios    
   

Por Gervasio Caviglione Fraga

11 de julio de 2015.

 

Borges paso por entre nosotros como un nuevo Grimm !!!, lleno de serenidad discreta y sonriente. Fino, ecuánime con ardor de poeta sofrenado por una aventurosa frigidez intelectual, con una cultura clásica de filósofos griegos y trovadores orientales que le aficionaba al pasado, haciéndole amar a calepinos e infolios sin menoscabo de las modernas maravillas” Rafael Cansinos Assens.

 

Es muy sabido que no hay generación literaria que no elija dos o tres precursores: varones venerados y anacrónicos que por motivos singulares se salvan de la demolición general. La nuestra eligió a dos. Uno fue el indiscutiblemente genial Macedonio Fernández, que no sufrió de otros imitadores que yo” (JLB “Las nuevas generaciones literarias” febrero de 1937).

 

                         Uno de los rasgos peculiares de Jorge Luis Borges es su inagotable curiosidad e interés por algunos personajes menores para el colectivo cultural de la época que le toco vivir y aún en los de las generaciones que le precedieron. Pero es importante advertir que no se quiere decir que la obra y carrera de aquellos no fuera ni lo suficientemente importante, ni lo suficientemente profunda, sino que su trascendencia social y cultural no fue la que les asignó el genial escritor porteño.

             Su interés y admiración por Macedonio Fernández  antes que un Leopoldo Lugones a quien Borges también rindió honores aunque en forma ambivalente – que fue “él poeta y escritor oficial” de aquella generación del centenario de nuestra nación y que instaló entre fasto y fasto en el colectivo nacional al “Martin Fierro” como “la novela” constitutiva de la identidad argentina-; un Shopenhauer en refutación y contraste con Hegel -que tuvo una influencia mucho más marcada y profunda que la del primero en el Reino de Prusia, como puede verificarse en cualquier manual de Filosofía que uno encuentre al paso - o su predilección por el andaluz Rafael Cansinos-Assens antes que el ilustradísimo José Ortega y Gasset -a quien Borges trató en épocas en que éste se exilió en Argentina y colaboró en la legendaria Revista Sur que marcó el pulso cultural de Buenos Aires en los años 30 y 40 -, son evidencias acabadas de esta marca registrada en el universo Borgeano.

                    Aunque quien conozca la vida de JLB no hallará nada de heterodoxo en ello. El estilo de Borges “es inteligente y límpido, de una concisión matemática, de audaces adjetivos e insólitas ideas” (María Vargas Llosa; Diario La Nación, “Borges en París”) porque mostraba todas las posibilidades expresivas de la estética de la inteligencia con una admirable fusión de mentalidad aritmética y de profundidad metafísica pero que siempre escondió detrás de todo ello a un insolente vanguardista que se divertía soltando impertinencias, como las de amplificar su admiración por personajes menores y a veces, reducir las de las celebridades.

            Alguna vez definió al eminente poeta García Lorca como “un andaluz profesional” para señalar que se trataba de un poeta menor; a Richard Wagner como alguien que no entendió la cultura escandinava porque “lo hizo todo muy romántico y muy enfático” y hasta se animó a decir que prefería el Quijote leído en inglés entre muchos otros de sus desplantes impregnados de juego y humor.

                   Siempre recordó que el azar, el destino o Dios – quizás las tres palabras hayan sido sinónimas para Borges – le deparó el conocer a tres hombres de genio que no tienen casi registro en nuestra sociedad. El casi desconocido poeta judeo andaluz, Rafael Cansinos-Assens, autor del “Candelabro de los siete brazos” y – para Borges - la mejor versión occidental de entre muchas que había leído de “Las mil y una noches”.

                   “Lo sabíamos todo de su infancia en Buenos Aires, de su primer viaje adolescente en 1914 con su familia a Ginebra, de su visita al prostíbulo para iniciarse impulsado por su padre, de su llegada a la España de entreguerras, de su estancia en Mallorca durante un año y de su primer encuentro en Madrid en 1919 con escritores más o menos conocidos que andaban jugueteando con las vanguardias hasta que trabó amistad con Cansinos-Assens, un escritor secundario, nocturno, talmúdico, poseído por la Cábala, al que desde el primer momento consideró su maestro. "Una de sus perversidades", dice Borges, "consistía en escribir artículos, y hasta libros, en los que prodigaba elogios a autores menores. En aquellos tiempos, Ortega y Gasset estaba en la cumbre de la fama, pero Cansinos no le tenía en cuenta y hablaba mal de él; decía que era un mal filósofo y un pésimo escritor. Yo le debo muchas cosas, entre ellas supo transmitirme su amor por la literatura" (Manuel Vicent; “Borges, ese provocador hiriente que se adelantó a Twitter”, Diario La Nación, 28 de junio de 2015).

             En segundo lugar, Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952 “El universo o realidad y yo nacimos el 1 de julio de 1874 y es sencillo añadir que ambos nacimientos ocurrieron cerca de aquí y en una ciudad de Buenos Aires. Hay un mundo para todo nacer y el no nacer no tiene nada de personal, es meramente no haber mundo. Nacer y no hallarlo es imposible, no se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo, por lo que creo que la realidad la traemos nosotros y no quedaría nada si muriéramos como temen algunos”, Macedonio Fernández, Autobiografía. Hijo de estanciero y militar, abogado y doctor en jurisprudencia, padre de cuatro hijos, ex fiscal en Posadas, Misiones; admirador de Shopenhauer y las ideas anarquistas Herbert Spencer) cuya amistad Borges recibe en herencia de su padre  (a quien según confesó, admiraba tanto que lo copiaba “con el placer de un profesional del plagio”) y que a diferencia de Cansinos “había leído poco, pero había hecho algo más importante; había re leído para ayudarse a pensar incesantemente el universo, para poder intuirlo” (JLB en conferencia sobre Xul Solar).

             Hombre desinteresado de las críticas ajenas, de confirmaciones o refutaciones exteriores, de atribuir no sin venerable generosidad su propia inteligencia a todos los hombres y de ejecutar en grado eminente el arte de la soledad. No le asignaba valor a su palabra escrita. La literatura le importaba menos que el pensamiento y la publicación le era más indiferente que la literatura.

            “Yo le debo mucho a Macedonio; pero más a sus pensamientos que a sus escritos, más a sus silencios que a su obra. Hombre que no se cansaba de ocultar, antes que mostrar, su inteligencia proverbial” en aquellas charlas de sábado por la tarde de confitería del barrio del Once. “La certidumbre de que el sábado oiríamos a Macedonio explicar que ausencia y que ilusión es el yo, bastaba para justificar la semana” (JlB).

              Autor del libro “Museo de la novela de la Eterna” que es una obra que dura toda su vida y en el que se conservan los recuerdos, la experiencia, los sueños, los pensamientos, las vivencias y las ilusiones de Macedonio Fernandez; “una novela que es al mismo tiempo un diario personal, un tratado sobre el arte, un plan de vida y una experiencia de lo irreal en su forma más perfecta” (Ricardo Piglia).

              Se dice que Borges hereda de Macedonio el procedimiento conocido como “Literatura Fantástica” – aquella que es mezcla de realidad y magia – o lo que Piglia dio a conocer como “ficción especulativa o literatura conceptual”. ¨Porque eso era Macedonio; un escritor conceptual, que escribía una novela que son nada más que prólogos, una novela donde se dice cómo se pueden hacer muchas novelas, una novela que describe a sus lectores; una novela no empírica” (Ricardo Piglia “Borges por Piglia; TV Pública). Nunca publicó, no le importaba publicar, le gustaba pensar que era invisible.

              “Una de las aspiraciones de Macedonio era convertirse en inédito, borrar sus huellas, ser leído como se lee a un desconocido, sin previo aviso. Varias veces insinuó que estaba escribiendo un libro del que nadie iba a conocer nunca una página. En su testamento decidió que el libro se publicara en secreto, hacia 1980 (murió en el 52). Nadie debía saber que ese libro era suyo. En principio había decidido que ese libro se publicara como un anónimo. Después pensó que debía publicarse con el nombre de un escritor conocido. Atribuir su libro a otro; el plagio al revés” (Ricardo Piglia “Formas Breves, página 22).

              Por último al astrólogo, pintor, escritor, místico y creador Xul Solar (Oscar Agustín Shulz Solari, San Fernando 1887- Tigre 1963; hijo de dos sangres, italiana por la madre y báltica por el padre, personaje excéntrico versado en mitología, ciencias ocultas e idiomas, inventor de una lengua universal “para reformar el idioma” (JLB) - y quizás por ello mencionado por JLB en su célebre cuento “Tlon…” como el inventor del idioma de aquél planeta imaginario -, el neocriollo y del panajedrez, pintor de estilo fantástico antes que surrealista y admirador de Paul Klee, desdeñoso de la promoción de su obra, desinteresado por lo material y de enorme sensibilidad por el gusto; hombre solitario “pero con discípulos”) que era diverso a Macedonio ya que “eran dos Dioses de dos orbes distintas… Si Macedonio vivía pensando el mundo, Xul Solar vivía recreando el mundo”.

              Devoto de la etimología, hombre de gran sentido del humor, que pensaba en voz alta y que examinaba las cosas para reformarlas, para cambiarlas, para transformarlas. Un astrólogo que se burlaba de los astrólogos que hablaban de las fechas y de los signos, poseedor de una biblioteca versátil, desdeñaba de las palabras largas y lo hacía saber mediante bromas con sentido metafísico “Una noche llego a nuestra reunión con un aire triunfal y nos dijo, tengo una excelente noticia para darles, ha muerto el adverbio” ante una audiencia que ni siquiera conocía el significado de la palabra (JLB en conferencia sobre la vida de Xul Solar).

                    A Rafael Cansinos Assens, - nació en Sevilla en 1882, pero luego de fallecido su padre, a los 15 años se traslada a Madrid. Provenía de una familia de escasos recursos económicos. De la mano de su madre tuvo una ferviente educación cristiana pero al investigar y descubrir que su apellido paterno tenía orígenes judíos (aquellos que fueron expulsados de España cuatro siglos antes) asimila para sí esa religión y se convierte – no sin pocos contratiempos – al judaísmo. Dos matrimonios, un hijo y una vida dedicada a la literatura a través del periodismo, los cuentos, los ensayos y las traducciones – lo llamó su “Maestro. Sigo llamándolo así aunque yo sé que nunca escribiré como él”  (JLB, 1976).

          Lo conoce en Madrid en los años 20 del siglo pasado en las largas veladas del “Café Colonial” donde junto a otros escritores que profesaban el “Ultraísmo” -Gerardo Diego (con quien en el año 1979 comparte el Premio Cervantes), Adriano del Valle, Guillermo de Torre, Pedro Garfias y Ramón Gómez de la Serna entre otros – vivió:

          “una época extraordinaria en el café de los divanes rojos y de los grandes espejos. Llegábamos a medianoche para quedarnos hasta el alba y allí Cansinos proponía un tema; por ejemplo la metáfora, por ejemplo la rima, por ejemplo el argumento; y Cansinos prohibía que se hablara de otros escritores. Quería que la tertulia fuera algo platónico y luego de hablar toda la noche de literatura lo acompañábamos hasta su casa en la calle Morería cerca del viaducto. Toda la noche hablando de literatura, nunca he visto una pasión igual, salvo en la tertulia del café la Perla con Macedonio Fernández en donde hablábamos de metafísica. Cansinos era una persona de una cortesía excepcional. Cuando me despedí de él para regresar a Argentina, creí despedirme de la literatura. El parecía haber leído todos los libros, daba la impresión de saber todas las lenguas (dominaba 17 idiomas), de ser todas las bibliotecas. Yo recuerdo un bellísimo poema de él dedicado al Mar y cuando yo le expresé mi admiración por su prosa él me dijo con su dejo andaluz “Sí, espero verlo alguna vez” El nunca había visto el mar, solo lo describía gracias a su imaginación” (JLB en diálogo con Joaquín Soler Serrano).

         Porque al igual que Sarmiento que escribió el “Facundo” (la mejor pieza literaria argentina según dictaminó JLB) sin conocer aún Buenos Aires, Córdoba o Tucumán; Cansinos-Assens escribe de lo que no ha visto jamás; escribe con los libros sobre la mesa, a partir de testimonios de terceros o de lo que ha oído decir sobre lo que narra. O aún mejor, se lo ha imaginado con precisión fotográfica mediante el empleo de la metáfora cósmica.

                    Cansinos y Borges, maestro y discípulo, traductores y poetas que cumplieron con “ese vehemente y solitario ejercicio de combinar palabras que alarmen de aventura a quienes las oigan” (JLB sobre la poesía).

          Ahora, cuando para ellos ya no hay hechos actuales, es grato imaginar a ambos en este mismo momento conversando sobre un diván rojo, bajo un cielo intemporal sobre hechos eternos.

                   Saludamos a Cansinos; a Macedonio, a Xul Solar y a Borges; hechiceros felices, que partieron al paraíso para continuar con el ejercicio de su magia.

   
         
     

Rafael Cansinos Assens

por Jorge Luis Borges

La imagen de aquel pueblo lapidado 
y execrado, inmortal en su agonía, 
en las negras vigilias lo atraía 
con una suerte de terror sagrado. 
Bebió como quien bebe un hondo vino 
los Psalmos y el Cantar de la Escritura 
y sintió que era suya esa dulzura 
y sintió que era suyo aquel destino. 
Lo llamaba Israel. Íntimamente 
la oyó Cansinos como oyó el profeta 
en la secreta cumbre la secreta 
voz del Señor desde la zarza ardiente. 
Acompáñeme siempre su memoria; 
las otras cosas las dirá la gloria.
 

 

   
 

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