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  Viaje a la Isla de los Cronopios    
   

Por Nuria Rodríguez Gonzalo

“A veces es necesario alejarse

de las cosas, poner un mar de

por medio, para ver las cosas

de cerca” Alejo Carpentier.

Concierto Barroco

 

Julio Cortázar, en su libro La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI Editores, México,1997), incluye una fantástica reseña titulada: Louis, enormísimo cronopio, a propósito de un concierto ofrecido por Louis Armstrong, en París; y en esa bella recensión manifiesta:  “Cronológicamente, el primer cronopio fue Louis; en 1952 escribí estas páginas que se publicaron en la revista Buenos Aires literaria...Años más tarde los cronopios hicieron su entrada multitudinaria por la vía del libro y llegaron  a ser bastante conocidos en los cafés, reuniones internacionales de poetas, revoluciones socialistas  y otros lugares de perdición. Me parece justo reeditar este texto que, a diferencia de los otros, es historia, cronopios verificables, sin contar que me enternece mucho y que Narciso, etc.”

Como este collage de citas está dedicado, principalmente, a los cronopios (verificables y literarios), antes de pasar a mi tema, deseo transcribir algunos comentarios de Cortázar, que aparecen recopilados en una oportuna edición de las surrealistas e irónicas: Historias de Cronopios y de Famas (Penguin Random House, ebook, Barcelona, 2014), donde se aclara el verdadero origen de los cronopios: “Es cierto que nacieron en el teatro des Champs Elysées, pero no la noche de Armstrong sino unos meses antes, una noche en que Stravinsky dirigía La consagración de la primavera y Edipo Rey (Jean Cocteau era el recitante). Lo que ocurre es que el primer texto publicado sobre cronopios fue la crónica sobre Louis, pero las Historias ya estaban escritas en un cuaderno.”

Más adelante, en carta a su amigo Eduardo Jonquières, le hace la siguiente observación: “Yo creo que en el fondo lo que espero de ti y de los pocos lectores que tendrá el cuadernito, es que se diviertan tiernamente (o que se enternezcan alegremente)… son materia juglaresca, pícara, prosa de alta voz. Ah, me gustaría leértelos. De veras, es libro de juglar, y no está mal que sea así…” y en otra misiva, le dice: “Los cronopios me nacían en la calle, en el metro, en los cafés: cronopios por todos lados, metiéndose en unos líos horrendos, y siempre deliciosos y radiantes de simpatía.”

Esos personajes, que primero se le aparecieron a Cortázar como una especie de microbios o globos verdes que flotaban en el aire y que “poco a poco iban tomando características humanas”, llegaron a inspirarle tanto cariño y empatía a su creador que terminó encontrando un método infalible para descubrir a la gente con personalidad cronopiana. Así lo explica al mismo Jonquières cuando le cuenta que, por las Navidades, recibió de regalo “un prodigioso caleidoscopio” que le resultó de lo más útil, entre otras razones, porque le sirvió de pruebacronopios: “Cuando viene alguien a casa yo le ofrezco en seguida el caleidoscopio. Si se enloquece, salta por el aire, etc, lo proclamo cronopio. Si condesciende con una sonrisa de buena educación, lo mando mentalmente al corno. Te aconsejo que tengas uno. Te mostrará más cosas sobre una persona que el Rorschard –si se escribe así, que no se escribe.”

En otra carta, el querido Julio, deja esta importante advertencia: “…no he escrito para moralizar, sino que, postulados los cronopios, los famas nacen automáticamente y se oponen a ellos.” Algo parecido sucede con esos otros personajes llamados esperanzas, que aparecen y completan esas fabulosas narraciones. No me lo estás preguntando pero, en mi criterio, un buen ejemplo de las particularidades de cada una de estas figuras literarias, se ilustra en: El canto de los cronopios, donde leemos que  “…la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias….” Pero es saboreando todas las pequeñas y divertidas Historias como nos va quedando claro quién es quién, en ese mundo pletórico de juegos de palabras que, con febril imaginación, describe el artista que confesó: “Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas.”

Pues bien, si no te marean los giros bruscos pero divertidos, quiero regresar al libro La vuellta al día en ochenta mundos, y detenerme en el encantador relato: Viaje a un país de cronopios, donde su creador inicia afirmando que los cronopios habitan en diversos lugares del planeta, compartiendo su vida con un gran número de famas y esperanzas, pero añade que “…desde hace algún tiempo, hay un país donde los cronopios han sacado las tizas de colores que siempre llevan consigo y han dibujado un enorme SE ACABÓ en las paredes de los famas, y con letra más pequeña y compasiva la palabra DECÍDETE en las paredes de las esperanzas, y como consecuencia de la conmoción que han provocado estas inscripciones, no cabe la menor duda de que cualquier cronopio tiene que hacer todo lo posible para ir inmediatamente a conocer ese país”.

En la graciosa crónica del viaje no se menciona expresamente el nombre del lugar; pero si ya la saboreaste –y eso es lo que más deseo–, estarás de acuerdo conmigo cuando afirmo que el país de los cronopios es una isla y que, para ayudarnos a descubrirla, el mismo Cortázar deja en su relato algunas pistas. ¿Por ejemplo? la parte donde cuenta que, ya desde el avión, los camareros empiezan la distribución de “bebidas con nombres misteriosos y poéticos tales como añejo en la roca…o mojito”. Aunque mi preferido es aquel pasaje donde relata que, a su regreso, el cronopio viajero escribirá sus recuerdos en papelitos multicolores que luego distribuirá en las esquinas de su casa, para que todas las demás personas podamos gozarlas: “A los famas les dará papelitos azules, porque sabe que cuando los famas las lean se pondrán verdes, y nadie ignora que a un cronopio le gusta muchísimo la combinación de estos dos colores. En cuanto a las esperanzas, que se ruborizan mucho al recibir un obsequio, el cronopio les dará papelitos blancos y así las esperanzas podrán apantallarse las mejillas y el cronopio, desde su casa verá diversos y agradables colores que se van dispersando en todas direcciones llevándose las memorias de su viaje.”

Esa entretenida narración regresó a mi memoria porque, después de varios años, tuve la oportunidad de volver a la maravillosa isla donde, parafraseando el poema Habanera, de Mario Benedetti: hay cronopios en todos los puntos cardinales. Por supuesto que no pretendo fatigarte con las personales anécdotas de mis dos breves estancias. Lo que sí haré es hablarte de algunas películas producidas en ese lugar  y que, desde mi punto de vista, ofrecen excelentes ejemplos de por qué Cortázar afirmó aquello de que: “hay un país donde los cronopios han sacado las tizas de colores que siempre llevan consigo y han dibujado un enorme SE ACABÓ en las paredes de los famas, y con letra más pequeña y compasiva la palabra DECÍDETE en las paredes de las esperanzas”. Pero, especialmente, deseo hablarte de estas obras cinematográficas porque, si nunca pudieras realizar tu propio viaje a la Isla de los Cronopios creo que estas películas te permitirán poner un mar de por medio para ver las cosas de cerca, como aconseja Alejo Carpentier en su bellísima novela: Concierto Barroco (Siglo veintiuno editores, México, 1989).

En orden cronológico, la primera de esas películas lleva por título: Muerte de un burócrata (1966), dirigida por Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) y considerada,  en muchos sentidos, como la primera de sus obras que logró trascender. Esta hilarante, autocrítica y autoirónica cinta es, en mi criterio, una inteligente sátira que plasma, con arte, los males causados por la burocracia…¡ya te quiero ver, encontrando similitudes con tu propio Mundo, mientras reís a carcajadas observando las peripecias burocráticas de los cronopios protagonistas enfrentados a famas y esperanzas!.

Por cierto que no está de más hacer aqui una breve digresión  para recordar otras excelentes películas del mismo Gutiérrez Alea, entre ellas: Memorias del Subdesarrollo (1968), basada en la novela de Edmundo Desnoes. Esa otra titulada Hasta cierto punto (1984), que aborda el tema del machismo con aguda y refinada inteligancia. Y ni qué decir de aquella que co-dirigió con Juan Carlos Tabío: Fresa y Chocolate (1994), ese  inolvidable canto a la amistad capaz de superar la homofobia e intolerancia.

Hasta aqui el arrebatado paréntesis por la filmografía de Gutiérrez Alea, para continuar con mi segunda recomendación: el documental: Suite Habana (2003), dirigido por Fernando Pérez Valdés (1944- ), es una deliciosa crónica que se va gestando a lo largo de un día con su noche. La música de este ingenioso documental está compuesta, entre otros, por los sonidos cotidianos de la casa, el taller, la escuela, la calle, la ciudad, etcétera; lo que, en su conjunto, termina creando una hermosa Suite; o sea, una pieza musical de varios y breves movimientos como sucedía, guardando las distancias, en las suites derivadas de las danzas barrocas. Las historias son reales y fueron filmadas sin utilizar actores profesionales, en ellas se muestran las vidas, trabajos, sueños, pérdidas, anhelos y maneras de trascender de personas que provocan la más profunda empatía (...¡igual que los cronopios de Cortázar). En mi concepto, Suite Habana  es una obra cinematográfica que cumple a cabalidad con la frase de León Tolstói: “Describe tu aldea y serás universal.”

La última película que te recomiendo, de todo corazón, se titula: Conducta (2014), y es dirigida por Ernesto Daranas Serrano, quien se formó como pedagogo y este es un dato que no está de más en vista de que este extraordinario filme sondea, hasta el fondo, el proceso educativo. El filme narra la vida de Chala, un niño que vive en un ambiente violento y que se ve obligado a asumir responsabilidades impropias para su edad. Afortunadamente, Chala (aprendiz de cronopio), así como el simpático grupo de niñas y niños con quienes comparte su aula escolar, tienen la dicha de contar con Carmela (¡cronopia de hueso colorado!), una experimentada Maestra  que confía en las potencialidades de sus estudiantes y no está dispuesta a permitir que una práctica educativa rígida y burocrática impida u obstaculice la libertad académica. Carmela es de esas Maestras que “forman para la disconformidad” (como explica George Steiner en Lecciones de los Maestros). Conducta es película fuerte, dramática, las historias de sus protagonistas son tragedias que nos producen catarsis. No ahorra críticas al sistema educativo ni a la sociedad que describe; sin embargo, también es una obra plena de ternura, profundo afecto e indiscutible belleza.

Alejo Carpentier, en el citado Concierto Barroco  expresa: “¿Y qué se busca con la ilusión escénica, si no sacarnos de donde estamos para llevarnos a donde no podríamos llegar por propia voluntad?...Gracias al teatro podemos remontarnos en el tiempo y vivir, cosa imposible para nuestra carne presente, en épocas por siempre idas. También sirve –y esto lo escribió un filósofo antiguo– para purgarnos de desasosiegos ocultos en lo más hondo y recóndito de nuestro ser.” Creo que eso logran las obras cinematográficas que te recomiendo. Observarlas ayuda a poner ese mar de por medio que permite ver las cosas de cerca, como sugiere el mismo Carpentier.

Deseo sinceramente que podás apreciar todas y cada una de las películas mencionadas y sonrío al imaginar que te vas a divertir descubriendo, con tu propio caleidoscopio, a los personajes que se comportan como cronopios, famas y esperanzas…¡Buenas salenas cronopio, cronopio!

   
 

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