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    “La estrategia fascista y demagoga de la justicia social peronista”.    
   

 

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Por Gervasio José Artigas Cabrera.

   
   

Introducción.

 

En esta monografía intentaré desarrollar todo lo concerniente a la política social de la que se valió Juan Domingo Perón, para conseguir el apoyo popular, y de esta forma llevar adelante su plan político, de corte netamente fascista.

Comenzaré con los orígenes de lo que se denomina “justicia social” y  en simultáneo, tratare de mostrar la vinculación entre el esquema táctico-político propio de fascismo y su aplicación en la Argentina a través del nacionalismo y luego a través General Juan Domingo Perón.

Trataré de demostrar que, si bien no puede discutirse el merito de Perón en relación a los beneficios que obtuvo la clase obrera a partir de su gobierno, esta política social no fue una creación peronista sino una condición “sine qua non” para llevar adelante las ideas incorporadas durante su estadía en la Italia de Mussolini desde 1938 a 1940. En razón a lo dicho, vale aclarar que desde mi apreciación personal, Perón fue un gran discípulo del “Duce”, y por ello, haré una pequeña comparación que lo acredite.

Luego tratare de establecer una conexión entre la política argentina de los años 45’ y las ideas del “Estado de Bienestar” que se afianzaron en el plano internacional al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Dicha conexión cobra fundamento y refuerza mi postura en cuanto a que, el progreso en materia social era, a mi forma de ver las cosas, algo inminente. No dejaré de resaltar que dicho progreso, lejos de ser motivado por la creencia en la igualdad y el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, fue una táctica de “la derecha” para calmar y enfriar las tensiones sociales. 

 Para finalizar el trabajo, realizaré una breve conclusión en donde trataré de que el lector aprecie mi punto de vista respecto del peronismo social. En la misma trataré de esgrimir los argumentos que llevan a refutar toda defensa que se pueda hacer del peronismo, y por ende, toda justificación con la que se intente legitimar las gravísimas violaciones al orden constitucional durante su presidencia. 

   
   

 

   
   

Desarrollo.

 

Corresponde al inicio de esta monografía destacar cómo es que surgen las ideas de justicia social, es decir ahondar en los orígenes de la política que incluye a los trabajadores dentro del plan político. Pero antes daré una breve reseña conceptual para saber a que me refiero cuando hablo de Justicia social.

La idea de justicia social aparece como una respuesta directa a lo que en el siglo XIX dio en llamarse "la cuestión social", es decir el creciente malestar y reclamo de los trabajadores. La aparición del constitucionalismo social, el Estado de bienestar y el Derecho del Trabajo, forman una unidad socio-política con la idea de justicia social. Así se ha dicho que la llamada justicia "conmutativa" es la que corresponde entre iguales, en tanto que la justicia "social" es la que corresponde entre desiguales.

Entendida en términos generales, es el conjunto de decisiones, normas y principios considerados razonables por un colectivo social determinado. Un estándar de justicia, sería aquello que se considera más razonable para una situación dada. Razonable significa que determinada acción es defendible ante los demás con independencia de sus intereses u opiniones personales, esto es, desde una perspectiva imparcial; así, para justificar algo hay que dar razones convincentes que los demás puedan compartir.

A modo de centrar el trabajo sobre el transcurso del siglo XX, es que pongo como punto de partida los años 1900, sin que ello signifique un negación en cuanto a que hubo ideas de justicia social anteriores. De lo contrario tendría que hacer un análisis histórico de estas ideas, lo cual no es el objeto de la monografía.

El nacionalista francés Barres fue uno de los primeros en utilizar estas ideas y en comprender que un movimiento nacional solo podía existir si se aseguraba la integración de los estratos menos favorecidos de la sociedad. Al mismo tiempo, fue uno de los que consideraba que el movimiento nacional no podía ser ni marxista ni liberal (lo que en la argentina y en el mundo se conocería como la tercer vía). Barres le propuso a Francia, en los años 1900, una solución basada en la teoría de que la supervivencia de la nación exigía paz entre el proletariado y el cuerpo social. Lo mismo hizo Corradini en Italia[1].   

También cabe destacar que fueron los sorelianos de Francia e Italia los grandes teóricos del sindicalismo revolucionario. Fueron quienes efectuaron esa nueva y original revisión del marxismo, y con esta revisión contribuyeron al nacimiento de la ideología fascista.

Vale destacar que, si bien no se puede establecer a ciencia cierta cuando es que surgen estas ideas, si podemos decir que tuvieron un fuerte impulso, también en 1931. En ese año, y a través de la encíclica papal “Quadragesimo Anno”, es que se ponen en boga, plenamente, las ideas de que el Estado debía asegurar una distribución equitativa de la riqueza, y por lo tanto ajustar la propiedad a las necesidades del bien común. La encíclica afirmaba que estos principios de justicia social prohibían a una clase excluir a la otra en el reparto de los beneficios. El capital y el trabajo eran miembros de una comunidad y cada una de las partes poseía el legitimo derecho de participar de los beneficios del proceso productivo. Asimismo, sostenían que los salarios debían ser lo suficientemente altos como para mantener a las mujeres apartadas de las actividades industriales. Quadragesimo Anno lamentaba así la disolución de los gremio y la “asociaciones independientes”, y culpaba de ello a la crisis política de la era moderna[2]

Es decir que en términos de Quadragesimo Anno, la justicia social significaba ahora mucho mas que  la simple mediación estatal de intereses a favor de la justicia distributiva tal como lo concebía, por ejemplo, Yrigoyen. La nueva definición significaba la presencia de una intervención estatal mucho mas profundo que habría de restringir los derechos de propiedad, favorecer a los trabajadores y a los pobres en la distribución del ingreso y de la riqueza, y establecer instituciones a los efectos de lograr estos objetivos. Expresadas en estos términos, aparecían similitudes prácticas entre las concepciones católicas y socialistas de justicia social.

En el plano internacional, esta idea fue receptada por Mussolini en la famosa “Carta del Lavoro”, la que a su vez seria fielmente incorporada por Perón a su estrategia política.

El fascismo centro mucha de su atención en torno a cómo seducir a las grandes masas de las sociedades europeas a partir de estas ideas. De esta forma, el partido político procuro ser la respuesta reaccionaria al Gran Capital, ante la presión revolucionaria del Movimiento Obrero. Ascienden al poder apoyados por una base social de clases media y baja que fueron encantadas por los discursos ulranacionalistas, racistas y que prometian soluciones a los problemas sociales.

Otto Bauer explica como el fascismo planteaba su lucha frente a las masas populares como un combate contra la dominación de la clase de la burguesía. Pero frente a los capitalistas, presentaban su política como el combate contra la tiranía de la plebe proletaria. Además, cuando se encontraban con los intelectuales nacionalistas, se presentaban como encargados de la lucha por la solidaridad de todas las fuerzas nacionales contra el enemigo exterior. O sea que, a cada sector social, los fascistas le decían aquellos que su auditorio quería políticamente oír.  Con algunos matices, lo mismo hizo el General Juan Domingo Perón en la Argentina.

La demagogia política siempre creó confusiones en los criterios direccionales del gobierno, por esta razón, fue siempre la astuta táctica comúnmente utilizada por los caudillos fascistas para mantener el poder. Es decir, la técnica del “decisionismo” arropada por factores de tipo carismático y propagandístico, a su vez amparada por legislación a su servicio que proclamaba que la esencia del sistema era que la voluntad del pueblo, místicamente encarnada en el Caudillo, debía ser ley de obligado cumplimiento[3].

Por otro lado, tanto Perón como los demás fascistas, se valieron de la utilización del lenguaje, que atraía a las masas de igual forma que el canto de las sirenas atraía a los navegantes. Sus palabras parecían expresar ideas de izquierda, de igualdad entre los nacionales y de respeto a los derechos de la clase obrera. Pero lejos de ello, su verdadera política siempre fue el “gattopardismo”. Debía contentarse al pueblo con un pequeño progreso en base a justicia social para que éste, creyese que efectivamente se estaban representando sus intereses, cuando en realidad la intención era poner paños fríos sobre el clamor popular y evitar la verdadera revolución popular.

Dicho esto, no debe dejar de admitirse que, mas allá de su manejo maquiavélico de los diversos sectores sociales, los fascistas tuvieron la virtud de detectar las angustias de los hombres europeos que según ellos, se debía al desempleo, a sobreexplotación, la anomia, el aplastamiento kafkiano de los individuos por las todopoderosas burocracias estatales, la perdida de las tradiciones, falta de objetivos y entre otras cosas, el caos político por la deslegitimación del liberalismo. Además, todos estos problemas eran leídos por los fascistas como consecuencias de la primera guerra mundial y del Tratado de Versallies. 

Como también se dio en la argentina peronista, dentro del modelo fascista se pretendía exaltar el sentimiento hacia el partido. El individuo se sentía poderoso al formar parte de un gran colectivo al cual aportaba su individualidad, participando políticamente de un heroico proyecto global de engrandecimiento de la patria. Esto es así toda vez que el monopartidismo característico de los regimenes totalitarios, resaltaba la identificación de Estado-Partido, como sucedió con el suceso peronista[4].    

   
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En el plano nacional la cosa no fue diferente. Ademas de las ideas pro feministas de Estrada y los “Círculos de Obreros” introducidos por Fernando Grote a fines del siglo XIX, como así también la visión de Franceschi en cuanto al corporativismo como herramienta política, el “Quadragesimo Anno” tuvo un enorme impacto sobre los nacionalistas. Es así que en 1935, Carlos Ibarguren proponía la implementación de una economía dirigida por el Estado, fundada en el “bienestar”, la “seguridad social” y el control de las relaciones laborales. Así, los nacionalistas, además de las fuertes acusaciones que lanzaban en contra de los liberales, demócratas y comunistas, planteaban demandas de reforma social y de redención de la clase trabajadora.

Por otro lado, el diario nacionalista de Carulla, “La Nueva Republica”, expandía la noticia de que en Italia, Mussolini había logrado una armonía de clases a través de una calidad de vida mas elevada, viviendas baratas y reformas sociales progresivas como la jornada laboral de ocho horas[5].

Esta realidad, Perón la vivió en carne propia durante su estadia en la Italia del Duce. Pudo apreciar como se congelaban los alzamientos de movimientos revolucionarios de la prole, mediante una revolución de extrema derecha. El secreto era, como diría Perón en su famoso discurso en la Bolsa de Comercio: “Es necesario saber dar un treinta porciento a tiempo para no perder todo”.   

Ibarguren, con el propósito de “realizar una verdadera revolución que modifique y transforme muchas de nuestras instituciones”, pretendía aproximar a trabajadores y productores para supervisar la distribución y suministro de los alimentos[6].

Sin embargo la llegada de la justicia social se retraso porque los nacionalistas de la época, no supieron levantar un movimiento de masas controlado por el Estado como si lo supo hacer Juan Domingo. Ni Carulla ni Uriburu intentaron usar la “Legión Cívica” a tales fines, como lo hubieran hecho los verdaderos fascistas.  

Mas allá la efectividad política a gran escala, los nacionalistas argentinos continuaron exaltando a los “gremios” y corporaciones como “la organización natural de las fuerzas de producción  y la expresión autentica de la vida nacional, el lazo de unión entre el individuo y el Estado. Compartían la postura de que la creación y el desarrollo de nuevas corporaciones, daría lugar a un “régimen de unidad”, es decir al gobierno de uno solo que conduzca a la multitud a su bien propio.

La revolución nacionalista en Argentina comenzaba a cobrar mayor relevancia. Se habría que suprimir la Constitución de 1853 por no ser la expresión de la voluntad del pueblo sino de escritores norteamericanos. También se decía que luego de la disolución de los tres poderes, la abolición de los partidos políticos y una firme dictadura militar que restringiera la libertad de prensa y extinguiera la inmoralidad, debía ser una tarea fundamental, establecer un sistema gremial y usar un consejo consultivo para unir a los trabajadores y empresarios. Era la hora de la “organización de las masas”, según Ibarguren.   

Tal fue el impacto que produjeron estas ideas, que llevaron al diario “La Voz Nacionalista” a declarar que “la ausencia de equidad, de bienestar, de justicia social, de moral y de humanidad, convierte al proletario en una bestia de carga de los actuales regimenes, sin poder disfrutar de la vida, ni de los adelantos de la civilización.

También hay que destacar que, ya la “Alianza de la Juventud Nacionalista”, fundada en 1937, proponía, aproximadamente una década antes que Perón, la restauración del orden y de la jerarquía, y añadía a esta demanda la necesidad de instaurar la justicia social, e incluso la realización de una reforma agraria revolucionaria que destruyera a la oligarquía. Asimismo, deseaba dirigir a las masas proletarias para llevarlas a la conquista de la justicia y, junto con el resto de la sociedad, realizar la grandeza de la Nación.

Hacia fines de la década del 30’, la justicia social se convirtió en un tema de creciente popularidad en el cine y en el teatro, e incluso empezó a preocupar a las autoridades gubernamentales. Así, en el discurso político, la “cuestión social” se convirtió en un tema permanente, sosteniendo la necesidad de “coordinar a los distintos intereses sociales”, por ejemplo en el caso de Manuel Fresco y Joaquín Argonz. Ambos eran ampliamente reconocidos como fascistas, pero su concepción de la justicia social estaba inspirada primeramente en Quadragesimo Anno.

En 1938 los nacionalistas inauguraron el Instituto Juan Manuel de Rosas. La profunda admiración hacia el “restaurador de las leyes” se fundaba en su imagen como benefactor de los pobres. Rosas ejemplificaba, según los nacionalistas, el principio de “armonía de clases” y de “justicia social”, así como también “la colaboración de todos los elementos integrantes de la sociedad”, pero a través de una jerarquía integrada por una “elite iluminada, y la masa”[7]. En mi opinión, esto muestra que no se buscaba paliar la desigualdad social, sino mas bien, mantenerla y controlarla. 

Luego, los nacionalistas influenciados por FORJA, comenzaron a revaluar la figura del extinto caudillo radical Yrigoyen. Ya no era contemplado como el “arquitecto de la demagogia”, sino como el “heredero de Rosas” que había creado el tipo de movimiento político, fundado en la “armonía de clases” que los nacionalistas aspiraban a reconstruir.  

Poco a poco, los nacionalistas, entre los cuales tímidamente se hallaba Perón, empezaban a revelar su capacidad de moldear mentalidades y de plantear nuevas prioridades. Sus consignas, sobre todo, aquellas relativas a la justicia social, aparecían en los discursos de todos los partidos políticos. Mientras tanto, se mantenían atrincherados en el Ejército, y desde allí habrían de procurar lanzar su revolución para demoler el orden liberal.

En junio de 1943, el Grupo de Oficiales Unidos, encabezados por Perón, derroco al presidente Castillo e instauro una dictadura militar dirigida a realizar grandes reformas sociales. 

Perón fundó su régimen en el apoyo popular como bien mandaban las instrucciones fascistas. Su objetivo era fijar una nueva sociedad basada en el desarrollo industrial y en el apoyo de los sindicatos. De esta forma supo despertar los “bajos instintos de las masas” al igual que Benito Mussolini y Adolf Hitler.

Pese a que atacaba y perseguía a sus enemigos, la Junta emprendió el desarrollo de la justicia social. Luego de la purga de octubre del 43’, que expulsó del gabinete a los liberales, Perón fue nombrado Director del Departamento Nacional del Trabajo. El diario “Cabildo” declaraba que “el General habría de gravitar con ponderación y eficiencia en os problemas obreros” porque estaba al tanto de las “verdaderas necesidades de los gremios obrero. Asimismo habría de procurar la unidad del movimiento obrero “tratando siempre de solucionar y evitar todo conflicto”.

   
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Como lo advertía el periodista Joseph, Perón era un gran conocedor de la psicología de las masas y de la estrategia militar, al igual que su maestro, el Duce. Señalaba que Perón creía en que las técnicas militares podían ser aplicadas en la organización de las masas. Efectivamente, la opinión de Perón sobre el rol del Ejercito en la sociedad, estaba muy influida por los teóricos militares alemanes de los años 40’. El régimen procuraba el apoyo popular apelando a los gremios, y procurando cierto predicamento en otros sectores de los partidos políticos.

En cuanto a la “Justicia Social” a partir del 43’, era básicamente un eufemismo cuyo significado ultimo era la conformación de un sistema sindical controlado por el Estado, un sistema que habría de evitar la penetración comunista proveyendo simultáneamente a los nacionalistas de instrumentos para establecer su dominación política[8].

Este es el centro de mi trabajo. Mostrar y evidenciar que la clase obrera fue controlada a “piacere” por el Estado peronista a través de sindicatos que, en vez de proteger a los débiles trabajadores de la opresión estatal y capitalista, eran fieles obedientes de la palabra del “Primer Trabajador”. Esto es lo quiero recalcar. La justicia social durante el peronismo fue algo así como la comida que se le pone al burro delante de su cara, pero que cuelga de una caña que se encuentra atada a su cuello. Camina hacia ella pero nunca puede alcanzarla.

En igual sentido se pronunciaba Sanchez Sorondo diciendo que “la conquista del Estado empieza con la conquista de la muchedumbre”. Asimismo, la Alianza de la Juventud Nacionalista, reiteraron el pedido de un “Estado Protector del Trabajador Argentino”.

El colapso reciente de la Italia fascista no desacredito la idea de llevar adelante esa política, ya que sus impulsores argentinos veían como modelo, a Brasil, donde Getulio Vargas llevaba a cabo un plan similar. No fue casualidad. Latinoamérica estaba viviendo el fascismo diez años más tarde que en Europa.

La Razón” publicó en junio de 1943, que Vargas había dado un extraordinario impulso al derecho obrero en Brasil. Ello mantuvo la esperanza nacionalista en Argentina. Vargas inició su reforma con la creación del Ministerio de Trabajo. Además la receptividad de la “cuestión social” era digna de admirar e imitar por los peronistas.  Su política se manifestó como una moda en Latinoamérica.

La Organización Colectiva del Trabajo fue una de las primeras creaciones peronista en la materia. La misma se fundaba en principios emanados de los antiguos debates sobre corporativismo. Por otro lado y haciendo honor a su formación militar, Perón sugería a los sindicatos (controladores de los trabajadores) que se organicen de la misma manera que las Fuerzas Armadas. Él decía: “Soy soldado del gremio mas poderoso y sindicalizado: los militares”. Pero sus verdaderas intenciones eran las de organizar para controlar. Asimismo decía que si los sindicatos lograban esa unidad y apoyaban al gobierno, recibirían sustanciales recompensas.

A diferencia de otros movimientos nacionalistas, Perón veía de forma positiva ciertos cambios que trajo la Revolución Francesa. El origen de la Justicia Social se hallaba allí. El rol del “estadista” debía contemplar el comedido de la Revolución Francesa, es decir la justicia social.

Cuando se acercaron las elecciones del 45’, y una vez asegurado el poder a través del apoyo popular, Perón avaló la democracia porque quería tener la legitimación popular de la cual habían gozado sus ídolos fascistas. Es así que velozmente cambio su aspecto político. El termino “descamisado” y el uso de la camisa como símbolo político que lo vinculaba al fascismo pasó, hacia fines del 45’, a estar dotado de la connotación de “sans cullotes”, es decir una metáfora de revolución popular.

El “Libro Azul” publicado por el Departamento de Estado norteamericano en febrero de 1946 caracterizó a esta transición peronista como “un mero disfraz defensivo”, una respuesta a las presiones. En el fondo, Perón no había cambiado en nada. Otra expresión de “gattopardismo” que caracterizo al General.

Este cambio fue muy criticado por los nacionalistas, pero Perón les respondió que, el error de ellos, fue querer el control del movimiento obrero sin hacer concesiones[9]. No era posible no la manipulación obrera, sin una contrapartida y en ello, estaba en lo cierto.

Vale destacar, citando a Sebrelli, que debemos partir de la base de que, es imposible que se vuelva a repetir el fascismo en una forma idéntica. A aquellos que plantean diferencias entre el peronismo y el fascismo, debo reconocerles que ello resulta obvio desde que son personas diferentes, países diferentes y culturas diferentes. Pero no se puede negar que si encontramos similitudes entre ellos, no podamos hablar de Perón como un fascista. Esta posición política resulta a todas luces evidente durante lo que se llamó el primer peronismo. Durante las etapas posteriores, a mi modo de ver, continuó siendo fascista pero encubierto.

El peronismo, en realidad, surgió como dictadura militar de corte clásico, derivo hacia el bonapartismo, pero aspiró siempre a ser un fascismo y realizó la mayor cantidad de fascismo que le permitió la sociedad argentina y la época en la que le toco actuar[10].

Perón reconocía en las encíclicas papales que habían impresionado a sus antecesores nacionalistas, el origen de su política y doctrina social cristiana. Como agradecimiento a ellas y a la Iglesia nacional, Perón ratificó la enseñanza religiosa obligatoria, que estaba en vigencia a partir del golpe del 43’. Eso mostró su afinidad con el antisemitismo que se desprendía de el sector católico, del peronismo.

Del mismo modo, Sebrelli recalca que, ni siquiera la esencia del peronismo es creación de Perón. La sustitución del sistema demoliberal de los partidos políticos, por una dictadura personal de inspiración fascista, es una idea de un sector de las Fuerzas Armadas influidas por sectas nacionalistas. El germen del peronismo existía antes de que Perón fuera lo que fue. Prueba de ello es la continuidad ideológica existente entre los golpes de 1930, el frustrado del 36’ y el del 43’. No es casual que los coroneles del GOU hayan sido uriburistas. Ya con Uriburu se había intentado una especie de sindicalismo fascista, y fracasó[11].

Las principales ideas del peronismo estaban ya en la Alianza  de la Juventud Nacionalista creada en el 37’. Postulaban la intervención económica del Estado y politizaban acerca de una justicia social que debia ser asegurada por el Estado Nacionalista.

En el 42’, con la creación de la Unión Cívica Nacionalista, surge el lema “Soberanía, Recuperación Nacional y Justicia Social”, el cual seria copiado casi textualmente por el peronismo.

La dictadura militar bonapartista-fascista estaba en el aire y Perón no hizo más que ocupar un lugar preexistente y no creado por él.

Esta es otra premisa de este trabajo. La historia no es como creen los ideólogos del bonapartismo, el producto de una acción extraordinaria del Gran Hombre, el salvador  supremo, etc. Muy por el contrario, frecuentemente, los conductores de pueblos son personajes insignificantes. La biografía de Perón lo muestra como algo similar a eso, no obstante tuvo el instinto de saber aprovechar, con audacia y total inescrupulosidad, la oportunidad única que se le presentó. Su lugar pudo ser ocupado por otro, su personalidad pudo ser reemplazada por otra. Es por esta razón que no considero apropiado alagar a Perón como “el hombre del pueblo”, “el primer trabajador” y todo tipo de santificación que se pueda hacer con fundamentos en la Justicia social peronista.   

Además no fue un caudillo autentico, no empezó desde abajo, ni consiguió apoyo con los medios comunes de reclutamiento, sino que surgió desde arriba, desde el Estado, del poder establecido, sin la posesión del cual no sabemos que hubiera podido hacer.

Es su postura de arbitraje entre la burguesía y el proletariado, entre el Estado y el Trabajo, la que llama la atención. Sin embargo, esto no fue más que una táctica política para mantener a los trabajadores bajo una burocracia sindical subordinada al Estado. Al tal punto llegó la subordinación que, cuando Perón reformó la Constitución Nacional en el año 49’, aboliendo el preciado derecho a huelga, por el que pelearon miles de personas desde el año 1848, los representantes de los obreros no se levantaron contra “el primer trabajador”.

Fue “gattopardista” y asi es como me propongo recordarlo. Se valió de la estrategia prudente de conceder algo a tiempo para no perderlo todo de golpe. Cambiar algo para que todo siga igual. En igual sentido, Vargas dijo:”Hagamos la revolución antes que la haga el pueblo”. La justicia social significaba dar un treinta porciento, para no perder un setenta. De ningún modo se pensó en ella como herramienta para llevar adelante una idea roussouniana de combatir las malas instituciones y malas leyes para aspirar a la igualdad natural de las personas. Solo fue una táctica demagoga y fascista para saciar esa sed de poder que caracteriza a algunos seres humanos.

El justicialismo no pasó de ser una serie de trivialidades, lugares comunes, frases hechas, slogans demagógicos, declamaciones retóricas, clisés chabacanos y sensibleros.

Su traición a los obreros se manifestó en la supresión del derecho constitucional a la huela, y asimismo en la obligación a afiliarse al partido peronista bajo amenaza de represalias que se propiciaban en caso de negativas.

   
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Conclusión.

 

En fin, la política de Justicia Social tuvo su mayor expansión durante el régimen de Perón, pero a mi modo de ver las cosas, éste se valió de ella para asegurarse el poder y no por una férrea creencia en la igualdad y la equitativa distribución de la riqueza. Solo utilizó al fenómeno de la “justicia social” como la “ultima ratio” en aras de detener la horda comunista que se apreciaba en el horizonte.

Todo lo positivo de este progreso social se ve empañado por la forma anticonstitucional en la que fue llevada acabo. Es por esta razón que no podemos enorgullecernos del movimiento peronista y legitimar todo su actuar señalando su política social, que por otro lado y a mi modo de ver las cosas, se hubiera logrado en el mismo sentido a través de gobiernos radicales y progresistas.

Por otro lado, quedó claro que los orígenes de la justicia social se pueden encontrar tanto la Revolución Francesa como en las eclécticas papales y no en el peronismo, lo cual fue reconocido por el propio Perón.

Lo que critico en este trabajo, es que el General Juan Domingo no creía en la justicia social y en la igualdad, y es por eso que no puede hablarse de un peronismo de izquierda, ya que no parte de la premisa “igualdad natural” de las personas, sino que fue solo una fachada política.

No considero apropiado defender al peronismo diciendo que lo que hizo, fue tratar de paliar la desigualdad artificial que crean las malas leyes y la sociedad, en términos de pensamiento de izquierda, creyendo en una igualdad natural. Su ideología fascista no lo permite. Siempre estuvo en la extrema derecha pero se valió de herramientas de la izquierda para mantener el orden.

Si se puede decir en cambio, que tuvo la inteligencia para desarrollar una política menos egoísta con las clases bajas que lo que fueron las políticas de derecha conservadora que lo precedieron.  

Tampoco estoy afirmando que los pensamientos eclesiásticos partan de la base de una igualdad natural, ya que ello resulta muy dudoso, mas  teniendo en cuenta la política de la Iglesia de Pío XII durante la segunda guerra mundial.

Asimismo quiero destacar que no simpatizo con ninguna religión y menos con la Iglesia Católica de la cual debe avergonzarse el mundo, en razón de las innumerables persecuciones que se ha llevado a cabo en su nombre. Pero esto no me impide valorar el aporte de la encíclica papal respecto del impulso de la justicia social. Es decir, si hemos de gratificar a Perón por llevar adelante este progreso social, también debemos destacar otros aportes a estas ideas. 

En un juego de ajedrez, para Perón los trabajadores eran la “Reina” del contrincante, pero la Justicia social le proporcionaba el “Jaque Mate” para tener a esta controlada.

 

        Por Gervasio José Artigas Cabrera*.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Para la materia “Autoritarismo en la Argentina” a cargo del Dr. Jose L. Gargarella en la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Derecho.

 

 


 

[1] Zeev Sternhell; “La rebelión fascista contra la modernidad”; pag 31/39.

[2] Apunte nº 11; “La cruzada nacionalista”; pag. 126/28.

[3] Joan Antón y Encarna Ruiz; “Ideologías y movimientos politicos contemporaneos”; pag. 132/43.

[4] Op. Cit. Pag. 149.

[5] Apunte 11; “El gobierno de los mas capaces”. Pag. 100.

[6] Op. Cit. Pag 107.

[7] Op. Cit. Pag. 132.

[8] Op. Cit. Pâg. 150.

[9] Op.Cit Pag. 165.

[10] Sebrelli; Bonapartismo; pag. 31.

[11] Op. Cit. Pag 35.

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