Ajedrez y Borges, tres cosas serias

principal

         
   

Cursos, Seminarios - Información Gral - Investigación - Libros y Artículos - Doctrina Gral - Bibliografía - Jurisprudencia  - Miscelánea -  Curriculum - Lecciones de Derecho Penal - Buscador

   
         
 

   
  Ajedrez y Borges, tres cosas serias    
   

por Hugo Borgna y Sandra Cervellini

   
   

 

   
   

Los creadores de estrategias en el ajedrez local escuchaban hasta hace poco una frase muy reiterada que aludía a un hecho o persona que merecía ser destacada. Entre tableros y trebejos, con la mirada brillante de admiración, Ezio Ricci dirigía la vista comunicadora a quien tenía enfrente mientras decía “…es una cosa seria” y cualquiera que lo escuchara sabía que efectivamente lo que estaba señalando  era verdaderamente de buen nivel.

Este apasionado impulsor del ajedrez en Rafaela tenía razones suficientes para que su palabra generara crédito. Artista plástico reconocido y comerciante exitoso, necesitaba el contacto con los trebejos para vivir. Era su aire y no necesitaba decirlo: todos los que lo hemos tratado veíamos en su mirada que este apasionante juego-deporte para él era “una cosa seria”.

El ajedrez requiere raciocinio paciente e investigador, sentido práctico y pasión. Todo eso, nada más, pero cuando se lo practica se siente como algo “que se puede hacer bien” con solo jugar cotidianamente.

Como en la vida (un juego verdaderamente complicado) el desarrollo de las partidas implica que no pueda volverse atrás después de cada jugada, y que deba existir una movida por vez.

Dicen los que lo frecuentaron que Borges, racional como pocos, fue un buen jugador de ajedrez. Más aún, no se conformó con eso, también lo profundizó conceptualmente.

“En un grave rincón, los jugadores / rigen las lentas piezas. El tablero / los devora hasta el alba en su severo / ámbito en que se odian dos colores / …  /Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada / reina, torre directa y peón ladino /… / no saben que la mano señalada / del jugador gobierna su destino /… /También el jugador es prisionero /… / de otro tablero / de negras noches y de blancos días / Dios mueve al jugador, y éste, la pieza / ¿qué dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonías? (“Ajedrez”).

Si todo fuese perfectamente ordenado y previsible ¿nos gustaría?

¿Cómo sería un espacio donde no fuera posible que dos elementos sumen tres?

Como personas no nos guía tanto lo concreto como lo abstracto -la posibilidad abierta, la ventana a la luz que aún no ha llegado- e intuimos siempre el cambio hacia lo eventualmente ideal.

El ajedrez, como símbolo y ejemplo de lo indeterminado (¿alguien podrá alguna vez calcular cuántas alternativas habrá a partir de dos jugadas, o peor aún, de tres?), es la visualización cabal de lo abstracto con engañosa apariencia de materia accesible materia.

No es impensable un encuentro atemporal, en un espacio de necesariamente indeterminadas medidas, entre lo lúdico, el arte y las técnicas para el mate. Dice Borges: “…cuando los jugadores se hayan ido / cuando el tiempo los haya consumido, / ciertamente no habrá cesado el rito”, y agregaría Ricci, seguramente en tono reflexivo, “todo eso es una cosa seria”

Antes de que la obediente mano ejecute, detengámonos a pensar.

Si el elemento común es el deseo de superación, el desafío a los estrictos límites que simulan ser los severos cuadrados de dos colores o los problemas que nos traerá la indefinición perpetua, habrá que decidirse y mover, conectando a continuación el reloj del –en teoría- oponente.

Él también sabe que es imposible darle jaque mate al pensamiento.

                                                 Hugo Borgna - Sandra Cervellini

                                               

   
   

 

   
 

  Inicio
         

Cursos, Seminarios - Información Gral - Investigación - Libros y Artículos - Doctrina Gral - Bibliografía - Jurisprudencia  - Miscelánea -  Curriculum - Lecciones de Derecho Penal - Buscador

principal